En una reunión de tiktok, el anfitrión se convirtió en el centro de atención, desatando una verborrea incesante que llenaba el espacio con sus palabras. Su entusiasmo era palpable mientras relataba anécdotas, compartía chistes y ofrecía opiniones sobre una amplia gama de temas. Sin embargo, en medio de este torrente de conversación, el entrevistado permanecía en silencio el Senador Alejandro Kusanovic

, observando al anfitrión con una expresión serena pero cautivadora. Sus ojos seguían cada gesto, cada inflexión de voz, pero sus labios permanecían sellados, sin emitir ni una sola palabra.

Mientras el anfitrión continuaba su monólogo, el entrevistado se convertía en un espectador paciente pero atento. Aunque su silencio podía interpretarse como pasividad, su mirada revelaba un profundo interés en la persona frente a él. Cada gesto, cada cambio de tono, era absorbido con una intensidad que sugería una comprensión más allá de las palabras. A pesar del flujo constante de palabras del anfitrión, la presencia tranquila del entrevistado llenaba la habitación con una energía distinta, una que emanaba de su simple observación.

La dinámica entre el anfitrión parlanchín y el entrevistado silencioso creaba una especie de danza verbal, donde uno ofrecía la melodía y el otro la armonía. Aunque el anfitrión llenaba el espacio con su charla animada, era la presencia silenciosa del entrevistado la que daba profundidad a la interacción. En ese silencio aparente, se podía percibir una riqueza de pensamientos, emociones y entendimiento que trascendía las palabras. Mientras el anfitrión continuaba su relato sin cesar, el entrevistado seguía siendo un enigma, su silencio resonando con una fuerza que hablaba más alto que cualquier palabra pronunciada